miércoles, 13 de enero de 2010

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE POR QUÉ CREO QUE EL NULO DE IZQUIERDA ESTE 17 DE ENERO, NO CONSTRUYE...



Rodrigo Roco Fossa

Se aprecia en la red (bendita red) mucho texto de opinión, con análisis largos y cortos, con argumentos que convergen o que agregan discrepancias importantes. Me atrevo a decir que hay más ganas, profundidad y cantidad que en pasadas coyunturas electorales. Esta sana re-politización y re-activación, de trabajos, miradas y apuestas, sólo puede agradecerse.

Todos parecemos saber ya lo mismo: aquí se cierra un ciclo y se atisba el comienzo de otro, aún por configurarse. Entonces, ¿cómo y dónde creemos que ello ocurre mejor para el campo de la izquierda y para las tareas de la democratización? ¿Cómo se liga todo esto a la coyuntura de pocos días más? Advierto que asumo que el escenario es el que es, no el que me hubiera gustado; que los actores principales ya han hecho sus aportes o no-aportes y que estamos de frente a la coyuntura.

El voto y la política

Parto recalcando que el voto es un derecho individual inalienable. Conquista que en nuestro país ha sido arrancada en reiteradas ocasiones y de diversas formas a lo que conocemos como la “Derecha Chilena” y su linaje histórico. Cada quién sabrá lo que hace con ese derecho y será responsable por ello, ojalá con toda la información y las reflexiones necesarias previas (el ideal del sufragio Republicano).

Ahora bien, si se pretende entrar al debate de por qué es mejor, más ético, acertado, constructivo, justo, etc. hacer tal o cual cosa con el voto, prefiero mil veces la explicitación de las estrategias a los supuestos implícitos, los juicios a priori o los parches por adelantado… o incluso, a la expresión aislada de nuestras justificadas rabias. La política y la democracia son hechos colectivos, sin duda. Nunca todos somos responsables por igual pero nunca tampoco quedamos exentos de responsabilidades.

En el mundo de hoy la derecha podría ser caracterizada como quiénes proponen más mercado para solucionar los problemas que genera el mercado; y como quiénes, frente a los problemas de la democracia, proponen siempre menos democracia. Sobre esa visión general y forzosamente simplista, trato de ubicar la coyuntura y sus hacia dónde.

En ese cuadro, por cierto que no me interpreta del todo la estrategia del “cuco” a la Derecha per se. Tras 21 años la encuentro pobre, pero entiendo por qué ella existe y entiendo sus bases. Si ese es el mínimo común denominador para una parte de la sociedad chilena en la que me cuento, lo asumo. Asumo que el NO a nuestra Derecha expresa una parte del problema, y me defiendo al decir que somos muchos los que hemos dado suficientes muestras concretas de convivencia democrática y sana disputa política con gente de derecha para saber que se trata de un debate de ideas y de diferencias profundas, pero jamás con la pretensión de negar al otro en sus derechos y dignidad esenciales.

Al respecto, Ana Recabarren, con una enorme sabiduría y generosidad, nos recordaba que para nosotros, la gente que nos sentimos parte de la izquierda en Chile hoy, no se trata de LA Derecha, sino de ESTA Derecha; y nos llamaba a votar y a impedir la llegada e instalación de ésta en el Ejecutivo. Yo comparto ese punto de vista y quiero decir por qué me parece tremendamente equivocado votar NULO (o Blanco, o Abstenerse) el 17 de enero, aunque la opción Frei nos provoque, por decir lo menos, desconfianza.

El problema del proyecto

Creo que debemos partir por asumir que esta Derecha chilena, a fines de los años 70, se hizo de un proyecto histórico, concreto y que se dio los márgenes para hacerlo viable. Ellos son los herederos directos del país expoliado, desigual, clasista, autoritario, conservador... y que no empezó en 1973... sólo que en esta etapa, además, tienen un proyecto. En efecto, la imposición a sangre y fuego del experimento neoliberal más radical que se conozca en el mundo ha ido permeando sostenidamente a toda la sociedad, con más éxitos que reveses. Hoy parece faltarle sólo un asalto final, simbólico pero concreto, irrefutable, eficiente, transversal, con aura de limpieza y legitimidad permanente, un “broche de oro” (incluso lo dicen explícitamente en su actual programa).

Ni siquiera se trata de discutir cuánto o para qué creemos en cuestiones como el libre mercado. Hoy, esta Derecha, se apresta a eternizarnos en la “experimentación”, esa que busca probar la triste utopía de que las dimensiones humanas y las relaciones sociales y ciudadanas pueden expresarse en precios, y regularse por ofertas y demandas. Tal vez, si llegan al gobierno, moderen su programa en algunas áreas por razones enteramente pragmáticas, claro está. Sin embargo, su ideario y simbolismo si serán extremos y aplastantes, y lo que es peor se revestirán de una legitimidad que les ha sido esquiva hasta ahora (la del origen).

Lo grave es que esto ocurriría precisamente cuando, por oportunismo o por convencimiento, el “modelo” (el “chorreo”, la liberalización total, la jibarización extrema del Estado, etc.) comienza a ser ampliamente criticado y se le sindica como algo a superar, incluso, por parte de algunos que en el pasado reciente se convirtieron en sus alegres administradores. Es cosa de ver a quién apoyan de verdad los grandes empresarios en esta coyuntura. Todos vimos también durante la primera vuelta cómo hasta el candidato de esta Derecha se vio obligado a hablar de poner freno a los abusos comerciales, de repartir mejor la torta, de dignidad laboral, etc. Claramente hay un cierto sentido común, digamos, “ligeramente” a contrapelo de las bases estructurales del proyecto histórico de esta Derecha.

Es verdad, frente a este cuadro la izquierda aún no posee un proyecto "completo" que ofrecer, pero en estos últimos años ha ido avanzando y hay signos esperanzadores al respecto, pese a todas las dificultades e insuficiencias.

¿Por qué entonces sería hoy el momento de hacernos a un lado y de permitirle a esta Derecha legitimarse y consagrar su obra siquiera simbólicamente?

Si el proyecto de esta Derecha ha sido intervenir y rediseñar a su antojo el pacto social: ¿Por qué aquellos que queremos y hemos luchado por cambiar ese estado de cosas habríamos de dificultarnos aún más la tarea bajo el pretexto difuso de que “da/son lo mismo”? ¿Cuáles son entonces los análisis y las estrategias (colectivas) que justifican anular el 17 de enero?

¿Realmente da lo mismo?

Creo que no basta con decir (retóricamente en muchos casos) que no habrá “profundización de las desigualdades” o que no veremos un “avance brutal” del mercado. Puede que en cosas importantes como la curva de reducción de los % de pobreza continuemos parecido, pero sin duda será con énfasis y relatos distintos. Las desigualdades sociales, que son, a fin de cuentas culturales, podrían perfectamente empeorar. Y para qué decir, las asimetrías respecto al poder y la no-valorización de los espacios de participación en general. Cualquiera que haya debatido con representantes, técnicos o políticos, de esta Derecha (y no sólo con los de la Concertación) sabrá de qué estamos hablando.

Mi punto es que aún si las cosas siguieran más o menos como hasta ahora, la verdadera interrogante a responder para la izquierda en la coyuntura sigue siendo aquella sobre los mejores o peores escenarios para avanzar en superar el estado de cosas. Para que surjan y se expresen actores democratizadores, viejos y nuevos.

Afirmar que se trata de “dos derechas” puede ser discutible a la luz de avances democráticos concretos, y de los cuáles, quiénes no somos ni hemos sido de la Concertación también somos responsables (al igual que lo somos respecto a lo no avanzado). También me parece un error mayúsculo no asumir los matices que existen en cada sector y en todo momento (incluso los de esta Derecha). Pero en cualquier caso, en una coyuntura electoral tal afirmación elude un tema de fondo: ¿Cuál de las dos es entonces la más conveniente para quiénes no somos de (esta) Derecha?

A mi juicio los 12 puntos, pese a todas las insuficiencias y legítimas desconfianzas, constituyen un agregado fundamental a ese mínimo común denominador ya señalado. Es también nuestra responsabilidad que en ellos se avance. Esta segunda vuelta es además la primera de tres en que se manifiestan dos condiciones importantes: una Concertación que ya no es hegemónica del campo que se opone parcial o totalmente al proyecto de esta Derecha; y una disposición a la negociación real y más o menos concordada de los diferentes actores en torno a contenidos substanciales, varios de ellos puestos en escena precisamente por el imaginario de las izquierdas (y a pesar de la cosmética, los silencios o las omisiones de algunos). Así, mientras la opción Frei mantiene abierta la posibilidad de concretar el piso mínimo democratizador que Chile necesita (reforma al sistema electoral y político, nueva Constitución), el triunfo de Piñera tiende a clausurarla.

Finalizar este ciclo con más democracia y menos mercado (y no al revés)

Se está acabando un ciclo, pero no el proyecto de esta Derecha. No todavía al menos. El ciclo que se acaba es el que dio salida pactada a la Dictadura, que estableció la exclusión de una parte de la izquierda, que le puso freno a una mayor democratización, y que fue el espacio propicio para las renuncias programáticas y éticas de todo orden. Creo que cerrar ese ciclo devolviendo la administración del “modelo” a sus legítimos dueños y creadores es el peor de los escenarios históricos.

Ana Recabarren nos instaba además a salir del individualismo y el egoísmo. Votar nulo coquetea demasiado a mi juicio con un desentenderse de la gran dimensión colectiva de la política y dejar sin respuesta preguntas como: ¿Con quiénes pensamos construir la superación democrática de este ciclo?

En cualquiera de los dos escenarios (gane o pierda esta Derecha) nosotros, “el resto”, tendremos que reinventarnos, juntos y también por separado... y unirnos en todo lo que sea posible y necesario. Votar por Frei es sólo una más de cientos de tareas. Y aunque a algunos les parezca ingenuo, hoy esas tareas y deberes pueden adquirir una vitalidad que antes no tuvieron. De nosotros depende también y por mucho, que ello ocurra y pronto.

Enero 2010

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